domingo, 7 de diciembre de 2008

Sala de conciertos

Desde la puerta trasera de la sala de conciertos se te podía ver. Alejada de mí, distraída en el inocente recorrido de una idea, concentrada en el fastidioso paso del tiempo. Como si cada minuto fuera materia tangible, el final del mundo o un gran deseo a punto de convertirse en realidad. De vez en cuando veía que te movías; sólo yo lo notaba pues a nadie más interesabas. Lo hacías para mirar el piso, el folleto que te entregaron o un punto imaginario ubicado entre tus rodillas y tu mentón, para simular que pensabas. Yo creo que no lo hacías. Pensé, y aún lo sigo haciendo, que cansada de esperar, elegiste cantar mentalmente una canción escogida al azar, que te recordara lo fácil que es vivir en un mundo, diseñado por otros, en el que puedes entrar y salir cada vez que quieres. Eras un punto en el vacío o, para decirlo de otra forma, la idea más parecida al 1 absoluto, la representación de la más hermosa y profunda soledad. Sólo te acompañaba la intención de seguir siendo la misma, de volver a creer en la re-encarnación y de terminar de entender por qué sigues saliendo sola de los conciertos, la salas de cine y las reuniones con amigos. Por todo eso se te veía cómoda, dispersa y poco amigable. Cuando entraron los músicos al escenario no cruzaste la pierna, ni enderazaste tu espalda, ni tampoco tosiste; sólo dejaste de cantar y te abandonaste al más íntimo placer de dejarte abrazar por un trío de jazz, que habla en otro idioma acerca de un mundo que no existe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

SIEMPRE HE ANHELADO QUE AL ESTAR EN UN SITIO PÚBLICO ALGUIEN ME ESTÉ OBSERVANDO COMO LO HAS DESCRITO AQUÍ. ME PARECE QUE SERÍA ALGO MUY BONITO POR SER SECRETO.