sábado, 27 de junio de 2009

Tu mirada en el cielo

Eres
todo el tiempo que tengo
un grito que se va lejos
este aire que no me deja solo
la niña que juega en el patio
una luz que viene del río
este instante destinado a creer
la idea de seguir en este lugar
el motivo de volverte a buscar
todo lo que soy
y no sabía que era
sortilegios
hecatombes
designio de los dioses
tu mirada en el cielo.

lunes, 22 de junio de 2009

El desierto

Foto: Germán Sánchez Pardo
El desierto en los alrededores de Villa de Leyva. Un lugar con mucha luz, millones de cosas pequeñas, y un viento familiar y seco que te llena el espiritu de sueños y la cabeza de pensamientos inmensos y alentadores. Para conocerlo resulta mejor hacerlo en bicicleta, con una cámara y todo el día disponible. Me encanta... me siento muy bien en ese lugar. Me recuerda un patio del barrio Teusaquillo a mis siete años.

Flores en la pared

Foto. Germán Sánchez Pardo
Fue una tarde a la salida de un concierto en la Sala Teresa Cuervo del Museo Nacional de la carrera séptima. Había llovido, el aire estaba limpio y las livianas nubes daban paso al azul más hermoso que conoce cielo alguno... el cielo del Altiplano Cundiboyacense. No eran las seis de la tarde y parecía que el día no permitiera que la noche hiciera su entrada. Todo lo recuerdo bien. Yo estaba de muy buen ánimo.... suele suceder cuando salgo de los cines y los conciertos de música, y con mayor razón si llevo la cámara conmigo. La pared mojada es de una casa distante dos cuadras del Museo. Reproduce cierto equilibrio, esta diferencia que a veces conecta a las cosas, el mar con el cielo, tu sonrisa con mi tristeza y cosas así. Vi una foto que se puede tocar, que dan ganas de tocar, y vi también una luz paradójica porque nace en la oscuridad. Sé que lo que vi no es lo que se ve. Siempre es así. En la fotografía como en la cocina, las cosas salen mejor cuando estás contento.

domingo, 14 de junio de 2009

Lejos de aquí

Voy a depositar toda mi confianza en la última (la única) sospecha de distancia que se ve desde mi ventana. Voy a pensar que estoy ahí, es decir, lejos de aquí. Parado como un recuerdo. Confundido con el camino que no elegí. Voy a imaginar que soy el hombre que se detuvo un paso antes de cruzar la calle. El que no sabe lo que hace la otra gente y que ya olvidó la amistad, la solidaridad y la reconciliación. No quiero más viajes. Ya conocí demasiados rostros, y no quiero que alguno se quede en el olvido. La historia de mi vida son palabras que ruedan por las escaleras, y por lo mismo, no logro alcanzarlas.

martes, 2 de junio de 2009

El desasosiego


Somos quienes no somos, y la vida es veloz y triste. El ruido de las olas por la noche es un ruido de la noche; ¡y cuántos lo han oído en su propia alma, como la esperanza constante que se deshace en la oscuridad como un ruido sordo de espuma profunda! ¡Qué lágrimas lloraron los que obtuvieron, qué lágrimas perdieron los que consiguieron! Y todo esto, durante el paseo en la orilla del mar, se me tornó el secreto de la noche y la confidencia del abismo. ¡Cuántos somos! ¡Cuántos nos engañamos! ¡Qué mares suenan en nosotros, en la noche de ser nosotros, por las playas que nos sentimos en los encharcamientos de la emoción! Lo que se ha perdido, lo que se debería haber perdido, lo que se ha conseguido y ha satisfecho por error, lo que amamos y perdimos y, después de perderlo, vimos, amándolo por haberlo tenido, que no lo habíamos amado; lo que creíamos que pensábamos cuando sentíamos; lo que era un recuerdo y creíamos que era una emoción; y el mar en todo, llegando allá, rumoroso y fresco, del gran fondo de toda la noche, a agitarse fino en la playa, en el decurso nocturno de mi paseo a la orilla del mar...


Fernando Pessoa, Libro del desasosiego. Fragmento 250, La muerte del príncipe, publicado en el número 27 de presença 1930.