lunes, 28 de abril de 2008

Perdóname el dolor, a veces



El nombre de mi blog. Primero fue un verso de un poema sin suerte, luego una línea en un correo... o tal vez en varios (como cualquier escritor que no escribe, escribo largos correos, bien escritos pero con muchas repeticiones.... nadie lo sabe). Finalmente y gracias a la ayuda de alguien que se interesó por el sitio, ahora es un poema de -qué buena fortuna- uno de los mejores poetas de habla hispana y de todos los tiempos. Es lo que decimos cuando ese alguien ya no habita este planeta. Casualmente don Pedro Salinas... versos que escuché de la voz de don Ramón de Zubiría en una colmada aula de la Universidad de Los Andes por los años 80 y que después, muchos años después, leí en mi cama y en voz alta muchos viernes pasada la media noche. Por eso, bienvenido el encuentro.

He de seguir la poesía, la buena poesía, la que sabe cómo son las cosas, la que te recuerda algunas lecciones, algunas tristezas, algunas promesas, todas olvidadas. Mi lista la conforman, no muchos. Además de Salinas (don Pedro me gusta más), la Pizarnik, Cortázar poeta (la otra cara), Raúl Gómez Jattin, Benedetti (no me da pena confesarlo),
De Greiff y cuando aprendí a leer: Neruda, Serrat, Barba Jacob y César Vallejo (el poeta que le gustaba a mi papá y con el que fue comparado -en la familia todos hemos escrito poesía, no somos muchos y las mejores son las del papá-). Fui profesor de Literatura durante veinte años y siempre leí los mismos poemas.... en particular uno: Le dejeuner du matin (J. Prevert), era mi ejemplo de la genialidad en la poesía. Pero también leí muchos fragmentos de novelas que me fueron más útiles que los mismos poemas para explicar cuál el objeto de la poesía: que te acompañe el compás de la más profunda, melancólica, emocionada, magnífica, conmovedora y estremecedora sinfonía en alguno de tus pasos.



Perdóname el dolor, a veces


Perdóname el dolor, a veces,
perdóname la tristeza casi siempre
y la soledad (es así como llamo a tu ausencia).
Perdóname el silencio
y las palabras
ahora.
Perdóname la alegría si te tengo
un poco,
los encuentros, los versos,
mi pobre vida.
Perdóname la esperanza
todavía(la tomo sin dármela
y la asumo como único alimento).
Perdóname que hable
que calle
que respire
pero nunca que te ame.
Condena mi amor, castígame por él,
quiero el infierno por patria y aposento,
que los días me torturen y conozca la fatiga,
que tus reproches me vistan de martirio,
tu furia de sangre.
Maldita y desterrada, te seguiré queriendo
y seré, más que nunca, imperdonable.

Pedro Salinas