sábado, 27 de octubre de 2012

Los enamoramientos - Javier Marías

Agoté hace algunas semanas no sé cuántos temas, entre ellos una historia personal y un libro, Los enamoramientos de Javier Marías. Me acompañó su lectura tres meses de citas, almuerzos y viajes en Transmilenio que me dejaron la sensación de un hostil trayecto y pocas posibilidades de querer volver a su autor. Profesional, doméstica, poco poética y difícilmente sorprendente, la novela de Marías destaca una anécdota predecible, un intento intelectualmente pobre y un paginaje inútilmente extenso.

En medio de la inmersión me consolaron aproximaciones a la revelación veraz de un ser que quiere y cree que puede; allí habita su valor. Intento aquí, una labor de regreso al texto desde la citación (itálicas) y la exégesis.

Qué frágiles son los vínculos tan sólo visuales.
Es verdad que me importa ver lo que ves, pero mejor es lo que toco, huelo y escucho de ti cuando me ves.

Parecía estar allí de prestado, quiero decir aquí en la vida.
Nunca me quedaré inmóvil, tampoco seré infame, y aunque me vea desalentado siempre le daré un buen lugar a mi sospechosa sonrisa colmada de hospitalidad.

...no ven prestigio en el sufrimiento.
Hay quienes huyen del dolor, verbigracia, de sí mismos.

...un tipo optimista, sin duda, de los que no se percatan de que cumplen años.
Un tipo optimista es un tipo que tal vez se muera sin haber sabido nada.

El enamoramiento es insignificante, su espera en cambio es sustancial.
Para el amor las horas, para la espera la vida entera.

El mundo está lleno de perezosos y de pesimistas que nada consiguen porque a nada se aplican, después se permiten quejarse y se sienten frustrados y alimentan su resentimiento hacia lo externo: así son la mayoría de los individuos, holgazanes idiotas, derrotados de antemano, por su instalación en la vida y por sí mismos.
La sed hace posible hacer un paso más, así sea el mismo paso que lleva al mismo lugar.

...nada desaparece ni se va nunca del todo.
Nadie desaparece ni se va nunca del todo.

La verdad no es nunca nítida, sino que siempre es maraña.
Nunca sabrás lo que realmente pasó, ¿qué es lo que te sorprende?

Tenía algo infantil, por eso resultaba fácil cogerle simpatía.
Anterior y mejor que el inútil discernimiento será siempre el encuentro con la risa.

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