miércoles, 21 de enero de 2009

La mesa del rincón


No soy ni seré un viajero, porque en lugar de salir siempre he preferido entrar. Las palabras más nobles que conozco no las he escrito yo; algunas las he encontrado en libros, otras me las han dicho, muchas las he olvidado pero todas viven en mí. Todo esto para decir que lo que escribo, y no es mucho, no me pertenece; es, ha sido, como la vida, algo prestado. No tengo el talento del hombre emprendedor, a cambio he elegido el recurso y la recompensa de los que se detienen un instante antes del siguiente paso. Nada en mi vida está culminado. No tengo valor, sólo creo que si respiro es para ver, que no quiero hacer nada y que nadie me puede ver. El movimiento siempre son los otros. Para eso el gusto de vivir. Para ver qué pasa. Para ocupar obstinadamente la mesa del rincón. No hay muchos lugares para mí. Me conformo con las cosas que tocan tus manos. Lo último que aprendí fue a montar en bicicleta, dormir en el piso, ver y no ser visto y creer en los 300.000 Kms por segundo con los que viaja la luz en el espacio. Por eso nada de lo que vemos es real. Por eso todo es pasado.

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