viernes, 27 de mayo de 2016

Apuntes sobre budismo 3

La naturaleza de la mente humana es pura. La ignorancia es la gestora de actitudes contraproducentes o no virtuosas, que "contaminan" la inocencia original . Se trata de emociones dañinas, adquiridas, superficiales, periféricas y temporales, que por ende, es posible eliminar. Encabezan la lista el apego y el odio, seguidos por la ira, la envidia y la soberbia.
El apego adquiere dos formas usuales: el deseo de permanencia y el apego a lo material, las más universales fuentes de sufrimiento.
El deseo de permanencia desafía el principio de los seres vivos en virtud del cual, todo lo que se ha reunido, al final, se dispersa. Esto es, la vida consiste en generar vínculos temporales y accidentales que más tarde se disuelven. La naturaleza de las cosas, así, es la desintegración. Lo que hoy se une mañana se separará. No existe aspiración más desastrosa y perjudicial que la permanencia.
El apego a lo material tiene como sustento un arrogante apetito sin límites. El hombre aquí se convierte en un extraño e insaciable ser, cuya desmedida e irracional ansiedad consigue que su deseo aumente a medida que desaforada y sistemáticamente posee los bienes; los mismos que estaban dotados de esa supuesta vocación de bienestar. Este deseo, parcializa, limita y excluye, porque tiene como plataforma la angustia que produce la elección entre los posibles y la pérdida de la libertad, mejor explicada por el existencialismo sartreano en su momento. Temprano, el sujeto descubre que el objeto deseado, que parecía perfecto, ya no lo es. Entiende, finalmente, que todo apego viene acompañado de insatisfacción. Es aquí donde nace la verdadera tragedia de la posesión.
En este orden de cosas, el odio hace su aparición cuando "algo" frustra, entorpece o simplemente pone en peligro la permanente, completa y satisfecha posesión del objeto deseado.
El apego, el odio, le ira, la envidia y la soberbia tienen la nefasta propiedad de manifestarse a través de indeseables actos nocivos, los más efectivos productores del sufrimiento humano.
Está en la sabiduría el único camino posible para contrarrestar el sufrimiento (la fuente de las mortificantes actitudes no virtuosas, es la ignorancia, recordemos). Sí, la sabiduría, entendida como la observación de los pensamientos y la domesticación de la mente, en ese orden. Puedo salir del infortunio si intento, en medio de la pesadilla, ver mis pensamientos, como si fueran objetos de estudio; solo así es posible calmar la mente. Solo tomando distancia de mis emociones contraproducentes, puedo encontrar la serenidad que me generará tranquilidad y paz, cada día, todos los días.

4 comentarios:

La Mona dijo...

Muy lindo. ¿Ahora eres budista?

Marisol Robayo dijo...

Gracias!

Contra corriente dijo...

Lo que hablabamos con Adriana mientras te esperábamos, el contar con amigos que nos son transparentes y saber que esa gota de inocencia permanece soterrada, que puede emerger y si la mira un retazo de sol brillar,.en ese regreso, entendemos que ya has encontrado.

Contra corriente dijo...

lo único que la mente no podrá domesticar, aunque se lo proponga seriamente, aunque haga de la taxonomía su nuevo oficio, es alejarnos de la memoria de aquellos que nos son inocentes, esos nos movilizan sin la intervención de maquiavelo.