sábado, 2 de febrero de 2013

La indiferencia nos hará libres

Consideramos que la indiferencia nos hará libres en una ciudad hostil y calumniosa de la cual poco sabemos y a la cual nada le debemos. Repetimos -por eso mismo- todas las patadas que nos dieron y escupimos en las calles las inconfesables frustraciones que gracias a nosotros heredarán también nuestros hijos. Nuestra indolencia frente a la soledad y la tristeza alcanza todos los días los límites de la crueldad y sólo conocemos la grandeza cuando participamos de la descomunal algarabía que ofende y agrede la tranquilidad de unos pocos. Pretendemos reivindicar la justicia y la paz de nuestro minúsculo círculo privado, pero ignoramos el respeto que merecen quienes comparten el aire que ensuciamos, la basura que expulsamos y las maldiciones que publicamos. No agradecemos los favores del sol, la bondad de los árboles ni la alegría que derrama la lluvia. Preferimos los pasajes en donde se comercian mercaderías baratas, tan costosas e inalcanzables como nuestros sueños. Miramos con desaire a quienes no ven en una piedra la imagen milagrosa que creemos ver. Evitamos la diferencia, el arte y la aventura, para no convertirnos en seres complejos, inteligentes y desafortunados. Disculpamos la vileza y la mediocridad de quienes, como nosotros, no quieren saber la diferencia entre lo que se es y lo que se parece. Nunca buscamos, no preguntamos, no conocemos el verbo inventar, convivimos con el letargo y la parsimoniosa comodidad de la sopa servida. Nada sabemos de la belleza, nos conformamos con el modelo prestado que nos evita pensar. No reclamamos, no arriesgamos, no buscamos, sólo acariciamos gatos que no entienden lo que decimos, ni conocen la escabrosa razón por la cual los alimentamos: la tabla de salvación que queda después de tanta soledad y tanta incapacidad de amar.

1 comentario:

Natalia dijo...

Fascinante, triste y real.... Me identifico con tus palabras