martes, 19 de octubre de 2010

Todo lo arrastró el silencio

El soldado herido en combate libera su fusil, una lágrima y parte del pasado. No quiere saber de embestidas que alimenten el amor a sí mismo y a los otros; como él, ellos también están lejos. Sólo sabe que no quiere caminar. Boca abajo, se permite el viaje compartido con la flor, que no dejará de mirarlo hasta el día que deje de existir. Ya no tiene que esconderse porque todo lo arrastró el silencio,

el viento frío, serpenteante entre los árboles,
su último rostro, maquillado por la lluvia,
las palabras, descifradas una noche,
los disparos, recibidos cada día,
el dolor, que ya no deja respirar.

Es un hombre libre, todavía decidido a desconocer la indolencia, la fatiga, la indiferencia y la vanidad de los que no pudieron amarlo. Por eso se quiere quedar. Aferrado a la tierra, abrazando la distancia.

Voy a imaginar que el mundo era mejor
que el pan se podía preparar en casa
que el cuidado y la vida y el perdón...

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