domingo, 11 de noviembre de 2012

La idea del tiempo

Entiendo la idea del tiempo como una piedra verde y brillante que se hunde en el agua sin nada que puedas hacer. Me siento reconciliado con espectáculos que brinda la vida, en especial los días que veo nacer a la hora del frío; los mismos que consagro a la espera, caminando calles con  ayuda del viento, justo antes de sentarme a escribir.

Nunca te lo dije, pero siempre tuve miedo de  vivir sin encontrar una catedral para admirar o la música que se busca para poder regresar, algo que me tuviera y me hiciera pensar que estoy allá, así me encuentre aquí.

No soy un propósito que viaja en el aire con nobles proyectos, debes saberlo. Sólo persigo pájaros ciegos, ventanas que se cierran y lugares para que habiten las promesas y la nostalgia. Desapruebo la confabulación hostil de las masas que anulan los recuerdos y fabrican la indolencia. No vivo con animales para que, sin saberlo,  me protejan de los hombres y su vocación de abandono. Me toma horas encontrar una palabra o leer la página de un libro. He procurado los donaires y las buenas maneras, pero no he podido desprenderme de la ira cuando mi vino es corto y el deseo de quedarme es inmenso. Me alegra saber que mañana voy a encontrar algo que no sabía estaba perdido. Seguiré asistiendo a la febril emoción que dan los perdones.

Como aquellos que creen estar en el mundo, disfruto la llegada del sol, abrazo los árboles del parque, pienso en ti  y salgo a recoger el aire todas las mañanas como si no estuviera solo. No estoy listo para irme. Soy la historia de un deseo, la inconveniencia del regreso, un olvidado de la guerra. Algunas veces escucho el sonido de la lluvia sobre la tierra y vuelvo a ver tus ojos.

Creo en el Universo porque en el vacío no se reproducen las mentiras. Sigo equivocando el camino cuando es tarde y no tengo a dónde ir. Persisto en los amores difíciles
que me roban el tiempo y me entregan el hambre. No me gusta la vida cuando está lejos.

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