Ayer que decidí quedarme,
pensé que afuera era peor,
me concentré en las aves del patio,
entendí por qué no me miran y sí repiten
el aire, la sordera, el movimiento y la nada,
creí escuchar la música triste,
infinita, porque vive en el cielo,
parecida a un sueño que nunca termina,
recordé las horas del abandono,
cuando el quién, el dónde y el cómo
se vuelven arena ida y permanente.