miércoles, 17 de febrero de 2016
Mélanie Laurent - Pardon
También actúa, escribe poemas, guiones y canciones, dirige películas, y todo lo hace bien. Trabajó en los Malditos bastardos de Tarantino, en Je vais bien, ne t'en fais pas y en Beginners, donde la conocí. Dirigió Los adoptados y Respire en el 2014.
Pardon d'avoir douté de ton amour,
imaginer ne vivre qu'au jour le jour,
pour les pensées quand elles sont loin de toi.
Pardon pour celles que j'ai pu avoir quelques fois.
Pardon pour les chagrins de mon passé.
Pour cette main tendue que j'n'ai pas su serrer...
Pardon pour tout mes rires mêlés d'alcool.
Pardon pour les faux rires et mes fous rires de folle.
Hermosa su sonrisa, adorable su melancolía.
martes, 16 de febrero de 2016
La sabiduría de la montaña
Foto: Germán Sánchez Pardo |
Desconcierto, porque una
cumbre todavía más alta se eleva a lo lejos, es la sensación que acompañada de
la admiración, suele experimentar quien por primera vez conquista la cima de una montaña.
Mi primer ascenso lo realicé a la edad de doce años, en un
cerro que se levanta a 2.900 metros de
altura, en la vereda de Quindingua, municipio de Gachancipá. Desde allí la Sabana
de Bogotá, compuesta por un descomunal
mosaico con todos los tipos de verde, activa la emoción que despiertan las
cosas cuando son grandes pero también bellas.
Fue el primero de muchos viajes que desde la motivación del
ocio y el placer he emprendido a la montaña, un lugar que se puede visitar para
combatir el sedentarismo, liberar el enfado o inventar la alegría, mediante el reconfortante hallazgo de la inmensidad.
La montaña es un espacio poco frecuentado en
el que siempre corre el viento, no existe el confort, y es habitado por la bondad, el tiempo y la
incertidumbre. Puede recibir el nombre de monte, loma, cerro o nevado, y en todos los casos es el sitio del mundo más
cercano al cielo.
Las hazañas, la contemplación y la aventura forman parte de
los múltiples vínculos que el hombre ha establecido con ella. Su imponencia y majestuosidad han provocado
poemas, ideologías, fracasos, creencias,
traiciones y preceptos filosóficos. Su historia es la historia del planeta.
Las montañas colombianas que conozco, muchas de las cuales he
explorado en compañía de Julián, mi hijo, no me han cambiado la vida, no me han convertido
en un ser de luz, ni han sido fuente de
una revelación divina. Me han
proporcionado la felicidad de respirar la vida por primera vez. Al caminarlas, a veces con mucho esfuerzo, me
han sorprendido instantes magníficos, improbables en las ruidosas y drásticas ciudades que
habitamos. He sabido de los imperturbables
frailejones, productores de la
vida y la paciencia; de las propiedades
terapéuticas del silencio; de la sencillez del agua cuando brota de la tierra; de
la libertad y la soledad como experiencias sagradas e inseparables; de la
distancia, necesaria para poder ver las cosas; y también de la admirable lentitud, ese
ejercicio en el que la vida se desplaza sobre una dimensión diferente al
tiempo.
La montaña es una pedagogía que nos invita a entablar
relaciones con el mundo natural, desde el gesto del respeto y la compasión. Ejemplifica una realidad gobernada por la
bondad del equilibrio. Constituye un sistema vivo, que como muchos otros, resulta
útil para comprender la poderosa fuerza de los seres que también tienen derecho
a existir.
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